La última mesa de debate de la jornada del viernes en el III Foro de la Cultura ha contado con la participación del tecnólogo estadounidense David Weinberger y la hacker Elanor Saitta. ¿Seremos capaces de controlar la Inteligencia Artificial? Este ha sido el punto de partida de un debate que ha enfrentado posiciones muy diferentes. «Estamos hablando de herramientas de control social, de estructuras de poder a fin de cuentas», ha denunciado Saitta en relación a los nuevos sistemas de inteligencia artificial basados en aprendizajes automatizados (Machine Learning). «Estos sistemas no son mejores que nosotros, quizá sí más rápidos en algunas ocasiones. La realidad es que son más baratos que nosotros», ha reconocido la hacker, para quien la manipulación y el control social subyacen al creciente desarrollo de estas herramientas: «Este ha sido durante toda la historia el sueño de todos los autócratas, intentar estar en las cabezas de todos y cada uno de los ciudadanos. El sueño de la inteligencia artificial es copiar de forma barata lo que hay en el cerebro de las personas».
¿Se trata de una crisis de confianza?, ha preguntado José Luis de Vicente, comisario de Sónar+D y moderador del encuentro. «La transparencia y la confianza no suelen ir siempre juntas», ha confirmado Weinberger. «Muchas veces —ha añadido— no conocemos los mecanismos de funcionamiento de determinados sistemas o productos, pero confiamos en ellos. No podemos predecir las consecuencias no intencionadas o los resultados negativos. Es más, no los descubriremos hasta que veamos sus resultados». En cualquier caso, ha matizado Winberger, «el pánico está sobredimensionado, ya que la mayoría de nosotros utilizamos inteligencia artificial todos los días. Lo hacemos cuando accedemos a un motor de búsqueda en internet. No toda la inteligencia artificial es negativa. La cuestión —ha recalcado— es regularlos eficazmente».
Los recientes escándalos que han salpicado a Facebook (acusado de la filtración masiva de datos sin permiso de sus usuarios) o UBER (que protagonizó el primer atropello mortal de un coche sin conductor) han avivado el debate sobre la necesidad de desarrollar medidas de control más eficaces. El problema, ha reconocido Saitta, «no es la tecnología, es la gobernanza. Si queremos un cambio tenemos que protagonizarlo nosotros y no ocurrirá a través de la tecnología».