Los límites del humor, la incorrección política y el retrato social de la sátira han subido a la escena del Teatro Calderón esta tarde en la tercera de las sesiones programadas por el Foro de la Cultura hoy viernes. Un encuentro que ha contado con la participación de Alberto Casado y Róber Bodegas, miembros de Pantomima Full, que han estado acompañados del politólogo y profesor universitario Pablo Simón.
«El trabajo que hacemos es muy observacional», ha reconocido Róber Bodegas. «Cuando escuchas algo tres veces, piensas que tal vez estás escuchando algo que pueda funcionar, que ahí puede haber un lugar común». A veces, ha precisado su compañero Casado, das con un personaje «que engloba a un estereotipo, a todos esos personajes que hay detrás». Algo que ha ocurrido con muchas de las parodias que ha firmado el dúo cómico tanto en vídeo como en sus shows en directo.
El analista Pablo Simón ha querido poner el acento sobre ese poder del humor para «reflejar cosas que nos dan miedo» y ponernos, como sociedad, «frente a un espejo incómodo, un espejo de situaciones en el que mucha gente puede sentirse reflejada». El humor, ha destacado, puede lograr esa «sublimación de un personaje» desde el esperpento, aunque —ha apostillado—«viaje mal entre generaciones», ya que «no compartimos los mismos referentes humorísticos de los más jóvenes».
Los límites de la sátira han protagonizado algunos momentos intensos del debate, que ha moderado la periodista Esther Neila. «A veces se tolera menos decir algo en broma que en serio. Ves a gente diciendo en serio cosas inaceptables que se toleran, pero si se hace desde la broma molesta, es curioso», ha reconocido Bodegas. Un hecho que, en palabras de Simón, guarda relación con la «la tiranía de las audiencias» y las «dependencias». Al igual que con «cualquier producto de mercado», en el humor hay «servidumbres implícitas y explícitas». El politólogo, habitual en muchas tertulias de actualidad en radio y televisión, ha manifestado sentirse incómodo con algunos efectos indeseados de las redes sociales: «en las redes, mata el doble sentido y eso me preocupa. Hacer ironía es más difícil ahora y esto es un problema para determinado tipo de humor». Para Alberto Casado, esa mala interpretación de la literalidad es, en ocasiones, el desencadenante de polémicas absurdas. Una opinión que también comparte su compañero de Pantomima Full: «necesitamos background para entender algunos sketches o chistes». «No debemos dejar a un cómico sin trabajo» por un mal chiste, han defendido ambos.
Para Simón, los límites del humor deben enmarcarse en el código penal y solo cuando existan evidencias claras de delitos de odio o atentados contra el honor, entre otros supuestos: «Dentro de este marco, deberíamos operar con la máxima flexibilidad y respetar la libertad de expresión. Hay bromas más o menos desafortunadas, pero deberíamos llevarlas con más naturalidad. El problema de las redes sociales es que los tontos tienen un cascabel para hacer ruido. Pero no debemos confundir el ecosistema de las redes sociales con el humor que hay a pie de calle, operan códigos distintos», ha comentado.
Róber Bodegas ha recordado que, en más de una ocasión, ha tenido que pedir perdón por alguno de sus chistes, pero ha reivindicado la necesidad de su oficio frente a otra «gente que vive de generar controversia. Igual que unos estamos para hacer reír, hay otra gente que está para hacer enfadar». Para Simón, se trata de un fenómeno relacionado con aquello que se supone más «correcto». «Tenemos —ha argumentado— una sociedad sexualizada en la que no se habla de sexo. A lo mejor con el humor pasa lo mismo. Vamos hacia una sociedad con contenidos más blancos. A la política le falta un poco de cintura. El contexto de polarización y crispación en la política hace que uno pierda cintura, que pierda el doble sentido y el humor para afrontar las cosas. Los políticos se llevan mejor y bromean más de lo que parece. En la política —ha sentenciado— la polarización está deshumanizando al otro y el humor nos humaniza»